Ser padres significa tener la valentía
para aceptar lo que los hijos decidan hacer en su vida a pesar de que sus
sueños no coincidan con los nuestros. Tener la audacia de arriesgarnos a
soltarlos cuando se llega el momento en que inicien su propia travesía,
sabiendo que se pueden equivocar o tropezar en el camino.
El
médico austriaco Sigmund Freud (1856-1939) escribió: “No puedo pensar en
ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la protección de un padre”, y es verdad.
Según
los especialistas, para los niños su padre es el punto de referencia que les
proporciona seguridad y confianza; lamentablemente, no es una tarea fácil. Pese
a que existen muchos libros que pueden aportar valiosos consejos, no existe un
manual para serlo. Nadie está exento de cometer errores, pero el sentido común
y el instinto pueden ser una excelente guía para actuar lo mejor posible.[1]
Tomando en cuenta las palabras de
Sigmund Freud, estas pueden ser algunas de las cualidades que un padre
responsable busca cultivar en cada uno de sus hijos e hijas:
Actuar con
humildad para reconocer las faltas y el valor de corregirlas para ser un
ejemplo vivo de lo que esperamos ver en ellos.
Tener la
libertad de expresar nuestro desacuerdo con sus acciones o decisiones cuando
creemos que pueden ser perjudiciales para ellos o para los demás.
Ser sensatos
para no actuar movidos por el orgullo, cuando los hijos rechazan nuestra
intervención en sus asuntos o decisiones.
Ser benevolentes
para perdonarlos cuando nos ofenden o decepcionan y recordar que en ocasiones,
nosotros también lo hemos hecho.
Tener la
integridad para actuar siempre de acuerdo a lo que es correcto, justo y
bondadoso porque nuestro ejemplo les enseña qué está bien y qué está mal.
Actuar con mucha
prioridad y dedicar nuestros mayores esfuerzos, no a ganar más dinero para
darles más cosas, sino a dar lo mejor de nosotros para cultivar lo mejor en
ellos.
Confiar en que
nuestros hijos serán buenos seres humanos gracias al ejemplo que les damos, el
afecto con que los tratamos y los principios que les inculcamos.
Actuar con mucha
sabiduría y reconocer que nuestro deber no es hacer lo posible para que los
hijos sean felices sino cultivarles las cualidades y los principios que
necesitan para merecerse la felicidad.
En este mes tan
especial, la familia Zantmaró envía un saludo a todos los padres de familia,
sobre todo aquellos que con mucho esfuerzo se dedican a la protección y cuidado
de sus hijos e hijas. Dios bendiga sus vidas por la responsabilidad con la que
ejercen ese don tan maravilloso de ser padres.
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