Mural de Carlos Mérida ubicado en las afueras del
Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (zona 4).
Fuente de la imagen: http://guatemalainmortal.blogspot.com
Estamos en Guatemala, en 1912. Dos jóvenes artistas estaban
convencidos de consagrar su vida a la pasión que le profesaban al arte, y
decidieron viajar a París. A principios del siglo XX, la capital francesa era
considerada también una capital cultural, cuna de las obras y los
movimientos vanguardistas de la época. Carlos era el nombre de ambos. Carlos
Valenti uno y Carlos Mérida el otro. Además de su equipaje, llevaban una carta
de recomendación del poeta español Jaime Sabartés para Pablo Picasso. En París,
la desgracia alcanzó a uno de ellos con la noticia de su ceguera próxima y
decidió quitarse la vida. Carlos Valenti truncó así la carrera que Mérida vivió,
longevo, durante el siglo XX.
Sueño y realidad (1944). Museo Nacional de Arte Moderno.
En ese viaje, Carlos Mérida conoció a Picasso, a Modigliani
y a otros personajes del ámbito artístico europeo. Regresó a Guatemala y en
1915, con 23 años de edad, montó su primera exposición en la ciudad de
Quetzaltenango. Su sueño, primero, era el de ser músico. Sin embargo la vida lo
hizo padecer una sordera parcial prematura que lo obligó a abandonar esta
intención. Y todos los sonidos y las notas con las que imaginaba sus sinfonías
se convirtieron en colores con los que realizó una monumental obra plástica.
Su obra siempre tuvo un gran referente en la cultura maya,
pero con un tratamiento abstracto influido por las vanguardias artísticas
europeas.
Hoy, el Museo Nacional de Arte Moderno lleva su nombre y
guarda una colección del pintor. Sus obras conviven con nosotros, los
habitantes de la ciudad, sin que lo sepamos. Pueblan las calles en silencio y basta
con observar con un poco de detenimiento para que hagan estallar nuestros ojos
en colores y en formas.
Sala Carlos Mérida dentro del
Museo Nacional de Arte Moderno.
La sala es un homenaje al pintor guatemalteco.
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